Mientras contemplo el seco paisaje de Almería y Murcia en el rápido bus que nos lleva desde Granada a Valencia (nada más y nada menos que 10 horas para recorrer una pequeña parte de España...), mis múltiples agujetas no dejan de recordarme nuestra no tan pequeña excursión a caballo de ayer. Como 10 horas dan para mucho, y el paisaje de la ventana llega un momento que no da para más, os voy a contar la historia de Gitana y una servidora. Gitana es el nombre del lindo caballito que llevaba yo. El comienzo de nuestra relación la verdad es que no fue muy bueno, pues aunque no se opuso lo más mínimo a que me subiera a su lomo, nuestra protagonista estaba un poco perezosa esa mañana (eran las 11 de la mañana, ¡también había que entenderlo!). Una vez que vio que Curro, el caballo del guía se iba, no tuvo más remedio y se puso en marcha. Durante la siguiente hora y media fuimos grandes amigas. Ella iba la más lenta del grupo, así que aunque la mayor parte del camino yo iba unos cuantos metros por detrás, las dos íbamos muy bien. Yo disfrutaba de las montañas de alrededor y ella iba a su paso, ¡todo perfecto!. Así llegamos hasta el lago de las Yeguas, un lago artificial en mitad de Sierra Nevada muy chulo.
Allí estuvimos un rato, contemplando las visitas encima del cabello, mientras unas niñas contemplaban, desde una cierta distancia, a los caballos. Después emprendimos el camino de regreso, y ahí se truncó nuestra amistad...A Gitana parece que eso de subir le dio hambre así que pensó, ¡si bajo rápido, como antes! Lógico, ¿no?. Para ella sí claro, pero no para mí que iba encima de ella. Como no había forma de pararla, pues ella estaba decidida a bajar abriendo el grupo, el guía decidió atarla con una correa y llevarla él sujeto para que no se adelantará. Eso sí, yo tenía que ir siempre con los pies bien separados para no darle sin querer con los estribos y sentada lo más atrás posible. Fácil pensaréis, ¿no? Pues bien, ¡de fácil no tiene nada!. Los pies quita que te va, haciendo un poco de fuerza contra el estribos lo conseguía al 70%. Lo cual no estaba mal, si nos fijamos en lo otro que tenía que hacer... ¿Cómo se puede sentar uno lo más atrás posible de la silla de un caballo que va cuesta abajo? Señor guía, cuando usted pone una pelotita en una pendiente, ¿dónde se queda la pelota, en la parte más alta, o en la parte más baja? En la más baja, ¿verdad? Pues mi culo igual, ¡la pendiente hace que mi culo vaya lo más delante que puede, no lo más atrás!. De modo que cada 100m me tocaba volver a sentarme detrás, e intentar mantenerme cómo podía el mayor tiempo posible en esa posición. Os puedo decir que da igual con los músculos que hiciera fuerza, al cabo de 100 o 150m volvía a estar delante. Con esa pelea continua bajamos Gitana y yo. Ella intentaba ir rápido para comer más pronto, y yo no paraba de intentar sentarme atrás para que ella fuera más lenta. Teniendo en cuenta que tardamos menos en bajar que en subir, y las agujetas que tengo yo hoy... creo que sin duda ella ganó la batalla, aunque seguramente Gitana no piensa lo mismo, ¡pues ella hubiera bajado mucho más rápido!